El crecimiento no es azar: lo que el Nobel de Economía 2025 le recuerda a Uruguay
La semana pasada, la Real Academia Sueca otorgó el Premio Nobel de Economía a Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt. El motivo: haber explicado las razones detrás del crecimiento económico moderno.
Mokyr fue reconocido por identificar los motores del progreso duradero: un flujo constante de “conocimiento útil”, que combina el saber práctico (cómo hacer las cosas) con el teórico (por qué funcionan). Su gran idea es que la ciencia y la tecnología solo generan crecimiento cuando trabajan juntas, dentro de una sociedad abierta al cambio. Si las instituciones o los intereses dominantes bloquean la innovación, algo que siempre genera ganadores y perdedores, el desarrollo se detiene.
Aghion y Howitt, en tanto, recibieron el premio por su teoría de la “destrucción creativa”, inspirada en el economista Schumpeter. Explican que las economías avanzan porque las empresas innovan, reemplazando a las menos eficientes. Cada nueva idea empuja a otra mejor, en un ciclo sin fin de renovación. Pero para que ese motor funcione, los países deben invertir en investigación y desarrollo (I+D) y mantener viva la competencia, sin dejar que el poder se concentre en pocas manos.
El mensaje del Nobel es tan global como local. En Uruguay, de acuerdo a un informe reciente de la consultora Exante, la industria manufacturera lleva años de estancamiento, mientras el país vive su propia destrucción creativa. Al mismo tiempo, el sector tecnológico crece con fuerza: las exportaciones de software ya superan los 2.000 millones de dólares, y las empresas emplean a casi 20.000 personas con sueldos muy por encima del promedio.
El auge tecnológico confirma el potencial del país, pero también muestra lo que falta. La ciencia sin aplicación se estanca; la tecnología sin conocimiento se agota. Uruguay necesita que ambas dialoguen, y que más gente pueda convertir ideas en soluciones reales. Para eso, el país debe invertir más en innovación, conectar mejor universidades y empresas, y acompañar la reconversión de quienes hoy quedan atrás.
Porque, como muestran los Nobel de este año, el crecimiento sostenido no surge del azar, sino de la capacidad de una sociedad para aprender, aplicar el conocimiento y mantenerse abierta al cambio.
SOFIA KATZENSTEIN