Un trimestre sin avances y una calificación sin sorpresas

La semana pasada, el Banco Central publicó el IMAE de septiembre, el indicador que permite seguir de cerca cómo evoluciona la actividad económica mes a mes. El dato mostró que la actividad en septiembre de 2025 fue 1,1% mayor que en septiembre de 2024.

Además, el dato de tendencia-ciclo se mantuvo en 0% respecto a agosto, una medida más suave que capta el movimiento subyacente del índice. Que haya marcado 0% significa que la trayectoria de fondo de la actividad no cambió: la economía no aceleró ni se desaceleró en ese período, sino que permaneció en el mismo nivel que el mes anterior.

Cuando se observan los tres meses del tercer trimestre en conjunto: julio, agosto y septiembre, la suma de las variaciones desestacionalizadas da –0,1%. En términos simples, esto indica que el trimestre prácticamente no mostró crecimiento. No hubo una caída marcada, pero tampoco un avance relevante. El IMAE no reemplaza al dato de PIB, pero sí ofrece una señal anticipada de cómo viene la actividad antes de la publicación oficial del 30 de diciembre: todo apunta a un trimestre de estabilidad, con un nivel de producción que se mantuvo muy similar al del trimestre anterior.

En otro plano, y con un horizonte mucho más amplio, en noviembre llegaron las evaluaciones de dos calificadoras de riesgo: S&P y Morningstar DBRS. Estas evaluaciones importan porque analizan la capacidad del país para cumplir con sus compromisos financieros e influyen directamente en el costo de endeudamiento de Uruguay y en cómo los inversores perciben su solidez y previsibilidad.

Ambas calificadoras mantuvieron la nota crediticia de Uruguay con perspectiva estable. S&P reafirmó el BBB+, destacando la fortaleza institucional, la inflación controlada y un sistema financiero robusto. Al mismo tiempo, volvió a señalar el principal desafío estructural del país: la limitada flexibilidad fiscal, asociada a un gasto rígido y a una deuda pública que ha venido aumentando gradualmente.

DBRS confirmó el BBB, con una lectura similar. Subraya la estabilidad macroeconómica, las reservas elevadas y la credibilidad institucional, pero advierte que el déficit fiscal cercano a 4,6% del PIB y la dificultad para consolidar las cuentas públicas siguen siendo puntos de atención. También menciona que, aunque la economía crece, lo hace a un ritmo moderado y continúa expuesta a shocks externos, desde el clima hasta los precios internacionales.

Ambas miradas recorren tiempos diferentes. El IMAE refleja el pulso inmediato de la actividad. Las calificadoras evalúan la capacidad de Uruguay para sostener políticas consistentes en el mediano y largo plazo.

SOFIA KATZENSTEIN

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