De la teoría a la acción: errores que podés esquivar

Llegamos al último capítulo de esta serie. Si leíste los artículos anteriores, ya tenés una base sólida: conocés tus objetivos, tu perfil, entendés los productos, sabés cómo construir una estrategia y mantenerla en el tiempo. Pero una cosa es planear, y otra es ejecutar. Y ahí es donde suelen aparecer los errores más comunes.

En este último artículo vamos a hablar de lo que más se repite entre quienes dan sus primeros pasos en el mundo de las inversiones: qué decisiones pueden jugarte en contra, qué aspectos muchas veces se subestiman (como los costos y los impuestos), y cómo encarar tu camino inversor con más confianza.

Error 1: Querer resultados rápidos

Uno de los errores más frecuentes es entrar al mundo de las inversiones con una mentalidad cortoplacista. Queremos ver resultados ya, sentir que cada decisión "valió la pena" en el momento. Pero la inversión es un proceso de largo plazo. Los activos suben y bajan en el corto plazo, y perseguir rendimientos inmediatos solo genera ansiedad y decisiones reactivas.

Multimples estudiosd demuestran que los inversores individuales tienden a obtener rendimientos significativamente inferiores a los de los productos diversificados en los que invierten, justamente por entrar y salir en momentos poco convenientes. La paciencia no es solo una virtud: es una estrategia. 

Error 2: No considerar los costos totales

Cuando compramos un producto financiero, muchas veces tendemos a enfocarnos en su rentabilidad esperada. Pero hay algo igual de importante: los costos. Comisiones de compra y venta, gastos de custodia, spreads, mantenimiento, entre otros. Todos estos costos, aunque parezcan pequeños, se van acumulando y pueden tener un impacto importante en tu rentabilidad de nuestro portafolio a lo largo del tiempo.

Además, hay que prestar atención a las diferencias entre plataformas: un mismo ETF puede tener costos operativos muy distintos dependiendo del broker o banco donde lo compres. Evaluar bien estas diferencias puede representar una mejora sustancial en tus resultados finales.

Error 3: Subestimar los efectos fiscales

La fiscalidad de una inversión puede marcar la diferencia entre una buena estrategia y una que no rinde como esperabas. En qué país invertís, a través de qué institución y qué productos elegís afecta directamente tu carga impositiva. Muchos países exigen declarar los ingresos provenientes de inversiones, y aplican tasas diferentes según el tipo de activo. Entender bien estas reglas o consultar a un asesor fiscal puede ayudarte a planificar mejor, evitar multas y maximizar tu rendimiento después de impuestos.

Error 4: Copiar estrategias ajenas

Es muy común ver qué hacen otras personas, ya sea en redes sociales, medios financieros o nuestro círculo cercano, y querer replicarlo. Pero cada estrategia debería ser personal. Lo que funciona para una persona con alta tolerancia al riesgo y horizonte a 30 años, puede no ser lo ideal para alguien con objetivos más cercanos o un perfil conservador.

Invertir bien no se trata de encontrar la estrategia perfecta, sino la que esté alineada con vos: tus metas, tu realidad y tu capacidad de sostenerla en el tiempo.

Error 5: No revisar el plan con el tiempo

Armar un plan de inversión no es una tarea que se hace una sola vez. A medida que pasa el tiempo, cambian tus ingresos, tus objetivos, tu tolerancia al riesgo o incluso tu situación familiar. Si tu cartera no acompaña esos cambios, puede dejar de ser efectiva o incluso exponerte a riesgos innecesarios.

Por eso, revisar tu estrategia al menos una vez al año, y hacer ajustes si corresponde, es una práctica clave para mantenerla relevante y alineada con tus necesidades.

¿Cómo encarar este camino?

Si llegaste hasta acá, tenés las herramientas. Invertir no es fácil ni mágico, pero puede ser simple si tenés un plan, lo revisás con lógica y entendés qué decisiones te acercan a tus metas. En este camino, la mejor estrategia es la que podés sostener en el tiempo.

Tomate el tiempo de evaluar plataformas, entender los productos, revisar los costos y, si podés, hablar con un profesional aunque sea una vez al año para ver si estás bien encaminada.

Invertir con sentido no es una cuestión de suerte, sino de información y constancia. Gracias por acompañarnos hasta acá. Y como siempre: seguí preguntando, aprendiendo y construyendo una estrategia que funcione para vos.

LUCIA CARBAJALES

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