Primero entedé, después invertí
Hasta ahora hablamos de objetivos, perfil de riesgo y estrategia. Hoy sí, llegó el momento de meternos en lo más concreto: los instrumentos de inversión.
En la edición anterior mencionamos brevemente las acciones y los bonos, que suelen ser el punto de partida en la mayoría de las carteras. Pero en este capítulo vamos a ordenar mejor el mapa: entender qué tipos de inversiones existen, qué representan y qué rol pueden cumplir dentro de tu estrategia.
No se trata de que te aprendas todo, sino de tener una base clara para tomar decisiones con criterio y sentirte más cómoda a la hora de comparar productos.
Cuando hablamos de productos tradicionales, nos referimos a los instrumentos más conocidos y utilizados en el mundo de las inversiones: acciones, bonos y efectivo o equivalentes. Son los bloques básicos sobre los que se construye cualquier cartera.
📈 ACCIONES
Una acción representa una pequeña parte de la propiedad de una empresa. Al comprar una acción, te convertís en accionista: es decir, en socia de esa empresa.
Como accionista, podés beneficiarte si a la empresa le va bien —y reparte parte de sus ganancias en forma de dividendos— o si el mercado proyecta un buen desempeño futuro y el precio de la acción sube.
El precio de una acción es lo que pagás en el mercado para comprarla o venderla. Este valor está determinado por la oferta y la demanda, que reflejan las expectativas del mercado. El valor real de la empresa, en cambio, está vinculado a sus fundamentos: ventas, costos, utilidades, proyecciones, etc.
El rendimiento que podés obtener de este tipo de inversión puede venir por dos vías:
Ganancias de capital: si el precio sube respecto al momento en que compraste.
Dividendos: si la empresa reparte una parte de sus utilidades entre los accionistas.
Ventajas:
Alto potencial de crecimiento en el largo plazo.
Alta liquidez (especialmente en mercados desarrollados).
Acceso a sectores e industrias con gran desarrollo.
Desventajas:
Alta volatilidad: el precio puede variar mucho en el corto plazo.
El precio no siempre refleja el valor real de la empresa.
Requiere horizonte largo y tolerancia al riesgo.
💵 BONOS
Un bono es un instrumento de deuda. Cuando comprás un bono, básicamente le estás prestando dinero a un gobierno, una empresa o un organismo, que se compromete a devolvértelo en una fecha futura y, en muchos casos, a pagarte intereses periódicos en el camino.
Podés pensar el bono como el contrato donde vos sos quien presta, y el emisor —sea público o privado— el que promete pagar.
Durante la vida del bono, podés:
Cobrar intereses (si corresponde).
Recuperar el capital al vencimiento.
Venderlo antes de tiempo en el mercado secundario (aunque no siempre al mismo precio que lo compraste).
El precio de un bono puede variar según la oferta y demanda, que se ven influenciadas por las tasas de interés, el riesgo del emisor y la liquidez del bono. Su valor, por otro lado, está relacionado con los pagos que promete y el riesgo asumido.
Ventajas:
Ingresos relativamente estables.
Menor volatilidad que las acciones.
Aportan previsibilidad y estabilidad a la cartera.
Desventajas:
Menor rendimiento esperado frente a las acciones.
Riesgo de crédito: el emisor podría no pagar.
Afectados por cambios en las tasas de interés.
💰 EFECTIVO Y EQUIVALENTES
Incluye instrumentos como cuentas remuneradas, plazos fijos o fondos de mercado monetario. Se caracterizan por su bajo riesgo y alta liquidez.
El objetivo principal de estos productos no es hacer crecer tu dinero, sino preservarlo, especialmente si lo necesitás en el corto plazo o querés tener un fondo de reserva.
El precio de estos instrumentos suele mantenerse estable. El valor, sin embargo, puede deteriorarse con el tiempo si el rendimiento no alcanza a compensar la inflación.
Ventajas:
Baja volatilidad.
Alta liquidez.
Útiles para objetivos de corto plazo o como fondo de emergencia.
Desventajas:
Rendimientos bajos.
Alto costo de oportunidad frente a otros activos.
No sirven para construir patrimonio en el largo plazo.
Además de los instrumentos tradicionales, existen otras opciones de inversión como los inmuebles, los commodities (como el oro o el petróleo) y las criptomonedas. Cada uno tiene sus particularidades. Por ejemplo, los inmuebles pueden ofrecer ingresos por alquiler y apreciación en el largo plazo, pero suelen requerir mayor capital inicial, implican costos de mantenimiento y tienen poca liquidez. Los commodities, por su parte, se ven muy afectados por variables externas como el clima o los conflictos geopolíticos. Y las criptomonedas, aunque ganaron mucha visibilidad en los últimos años, siguen siendo altamente volátiles y difíciles de valorar.
Entender qué representa cada instrumento, cómo funciona y qué lugar puede ocupar en tu estrategia es clave para tomar decisiones más informadas. No se trata de dominar cada detalle técnico, sino de saber lo suficiente como para elegir con criterio y evitar errores comunes.
Lo más importante: no necesitás usar todos los productos del mercado para invertir bien. Con una combinación equilibrada de instrumentos tradicionales y una estrategia clara, podés construir una cartera sólida, alineada con tus objetivos y tu perfil.
En el próximo artículo vamos a hablar justamente de eso: cómo dar los primeros pasos para invertir, desde lo práctico. Qué necesitás para abrir una cuenta, cómo empezar a operar y qué tener en cuenta antes de hacer tu primera inversión. Porque la teoría está buenísima, pero ahora toca pasar a la acción.
LUCIA CARBAJALES