Mercados privados: invertir más allá de la bolsa
En el artículo anterior hablamos de las inversiones financieras, el punto de partida del mundo inversor: accesibles, líquidas y con un abanico enorme de instrumentos para elegir. Pero el universo de la inversión no se detiene ahí. Hoy cruzamos la frontera del mercado público para adentrarnos en un terreno menos visible, pero igual de relevante: el de los mercados privados.
A diferencia de las inversiones financieras tradicionales, los mercados privados no cotizan en bolsa ni se operan a través de plataformas abiertas. No vas a encontrarlos en tu app de inversión ni en los titulares de los diarios financieros. Sin embargo, son un motor clave de la economía: financian la innovación, permiten que las empresas crezcan y, para quienes participan, ofrecen la posibilidad de obtener retornos muy atractivos.
Qué son los mercados privados
Los mercados privados reúnen a inversores que invierten su dinero directamente en empresas, proyectos o activos no listados públicamente. Es decir, no se compran y venden acciones a través de una bolsa, sino que las operaciones se dan de manera más directa y, muchas veces, más personalizada.
Imaginemos una empresa mediana que quiere expandirse, pero no quiere, o no puede, salir a cotizar en bolsa. En lugar de hacerlo, busca inversores privados que aporten capital a cambio de una participación en el negocio. Ese acuerdo, fuera del mercado público, forma parte del universo de los mercados privados.
En esencia, se trata de capital que se mueve detrás de escena, impulsando proyectos que aún no llegan a los grandes mercados financieros, pero que tienen el potencial de hacerlo en el futuro.
Cómo se invierte en mercados privados
Dentro de esta categoría existen distintos caminos para invertir, cada uno con sus particularidades:
El private equity se centra en empresas que ya están consolidadas, pero que no cotizan en bolsa. Los fondos de private equity suelen comprar una participación importante en esas compañías, ayudan a mejorar su gestión y su rentabilidad, y luego venden su participación, a veces haciendo que la empresa salga a cotizar, con el objetivo de obtener una ganancia.
El venture capital, en cambio, apunta a un público completamente distinto: las startups. Son inversiones en emprendimientos jóvenes, muchas veces tecnológicos, con un alto potencial de crecimiento, pero también con una alta probabilidad de fracaso. Es una apuesta al futuro, donde algunas inversiones pueden perderse, pero otras pueden multiplicarse exponencialmente.
También existe la deuda privada, que consiste en prestarle dinero directamente a empresas fuera del circuito bancario o bursátil. A cambio, el inversor recibe un interés, como si fuera un bono, pero en un entorno más cerrado. Y una opción cada vez más popular son los fondos inmobiliarios o de infraestructura cerrados, que agrupan capital de varios inversores para financiar proyectos grandes, desde edificios hasta parques eólicos.
Características que los diferencian
Las inversiones en mercados privados tienen algo en común: no están pensadas para el corto plazo. La mayoría exige mantener el capital invertido durante años, a veces cinco, diez o más, hasta que el proyecto madura y genera resultados.
Por eso, una de sus características principales es la baja liquidez: no se pueden vender fácilmente. A cambio, suelen ofrecer potenciales retornos más altos que las inversiones financieras tradicionales, ya que implican asumir más riesgo.
Otra diferencia importante es el acceso. Los mercados privados suelen estar reservados a inversores con mayor capital o experiencia y, muchas veces, exigen montos mínimos elevados. Sin embargo, en los últimos años han surgido nuevas plataformas que intentan democratizar este tipo de inversiones, acercando el mundo privado a un público más amplio.
El rol que cumplen en la economía
Aunque muchas veces pasan desapercibidos, los mercados privados cumplen una función esencial: financian la economía real. Las startups que hoy admiramos, las empresas que luego llegan a cotizar en bolsa o los proyectos de infraestructura que mejoran nuestras ciudades, muchas veces nacen gracias al capital privado.
Este tipo de inversión permite que el dinero fluya hacia sectores innovadores o empresas que todavía no cumplen con los requisitos del mercado público. En otras palabras, son la etapa previa del crecimiento. Los mercados privados actúan como un puente entre la idea y la consolidación, entre el emprendimiento y la empresa establecida.
Qué tener en cuenta antes de invertir
Participar en los mercados privados no es para todos. Requiere paciencia, conocimiento y tolerancia al riesgo. Además, es importante tener claro que el dinero invertido puede tardar años en recuperarse y que los resultados pueden variar mucho entre un proyecto y otro.
Por eso, antes de invertir, conviene hacerse algunas preguntas simples pero esenciales: ¿Entiendo en qué estoy invirtiendo? ¿Puedo mantener este dinero inmovilizado durante varios años? ¿Quién gestiona el proyecto y cómo se mide el éxito?
Incluso si no se invierte directamente, conocer cómo funcionan estos mercados ayuda a tener una visión más completa del sistema financiero. Nos permite entender de dónde surge la innovación y cómo se financian los cambios que transforman la economía.
En el próximo artículo de esta serie, vamos a dejar atrás los contratos y las valuaciones para entrar a un terreno más tangible: los activos físicos, como inmuebles, terrenos y metales, que también juegan un papel clave en la construcción de patrimonio.
LUCIA CARBAJALES