Girl Math: cuando la cultura pop se cruza con la economía conductual

La semana pasada estuve visitando a una amiga en Madrid, en plena semana de rebajas y un calor infernal de 38 grados. Como es de esperarse parte del plan fue salir a recorrer tiendas con la excusa de refugiarnos del calor. Entre faldas con lentejuelas por precios irrisorios, carteras con 40% de descuento, y unas cuantas gabardinas, terminamos charlando sobre algo que ambas habíamos visto mil veces en TikTok: girl math. Para la cerveza de la noche se nos sumaron un par de sus amigas, y la conversación derivó, inevitablemente, en una catarata de justificaciones que ya parecen parte de nuestro idioma común: “si lo pagás en efectivo no cuenta”, “igual, si lo devolvés ganás plata”, “si gastás menos de lo que pensabas, técnicamente estás ahorrando”.

Lo que al principio fue una charla graciosa entre amigas me dejó pensando. Detrás de esa sátira encantadora, ese humor que tantas compartimos en WhatsApp para reírnos de cómo justificamos ciertos gastos, se esconden patrones de consumo y sesgos conductuales que pueden terminar perjudicando nuestra salud financiera, sobre todo si no los identificamos. Porque aunque la tendencia se presente como un chiste, sus implicancias son mucho más reales de lo que parecen.

El girl math se volvió viral gracias a las chicas estadounidenses en TikTok, y rápidamente se expandió a otros países y plataformas. En los videos, mujeres de todas las edades comparten esas pequeñas trampas mentales que usan para convencerse de que no estan gastando “tanto” o de que una secadora de pelo Dyson fue una buena decisión financiera (no niego ni afirmo ser culpable de esto). Al hacerlo, exponen con mucha claridad algo que también pasa en la vida real: muchas veces no decidimos con lógica, sino con emoción. Compramos por impulso, y después buscamos la forma de racionalizarlo. Nos convencemos de que ahorramos cuando en realidad gastamos, o de que no fue un gasto porque usamos plata de otro “bolsillo mental”.

Este comportamiento no es exclusivo de las mujeres, pero la forma en que se cuenta y se vive sí está atravesada por el género. Girl math no solo expone hábitos de consumo, sino que revela cómo fuimos criadas para relacionarnos con el dinero: desde un lugar más emocional, con poca información, y muchas veces con culpa.

Acá entra en juego la economía conductual, una rama de la economía que estudia cómo tomamos decisiones (muchas veces erradas) con nuestro dinero. Un concepto clave es el de contabilidad mental (mental accounting), desarrollado por Richard Thaler. La idea es que no tratamos toda la plata igual, sino que la separamos en “categorías mentales” según de dónde viene o para qué la usamos: efectivo, tarjeta, descuento, regalo, etc. Esto nos permite justificar gastos que, desde lo racional, no tendrían mucho sentido. “Como lo pagué con un vale, es como si fuera gratis”. ¿Te suena?

También está el sesgo de presente (present bias), que nos lleva a priorizar el disfrute inmediato y postergar decisiones más beneficiosas a largo plazo. El clásico “me lo merezco” o “para eso trabajo”. Y otro muy común: el anclaje (anchoring), que es cuando nos quedamos enganchadas con el precio original de algo y sentimos que “ganamos” al comprarlo con descuento, aunque igual hayamos gastado plata.

Pero girl math no es solo una lista de sesgos, también funciona como una forma de apropiarse del lenguaje financiero, de hablar de dinero entre mujeres desde un lugar accesible y sin solemnidad. Y eso tiene un valor enorme, sobre todo si tenemos en cuenta que  muchas mujeres todavía sienten inseguridad a la hora de hablar o decidir sobre temas de plata, no por falta de capacidad, sino porque históricamente no se nos dio lugar en esas conversaciones.

El problema aparece cuando este tipo de lógicas se convierte en costumbre. Porque si repetimos estos patrones sin darnos cuenta, terminamos tomando decisiones desde el impulso y no desde nuestros objetivos. Y eso puede tener consecuencias: más deuda, menos ahorro, frustración con nuestros proyectos personales o la sensación de no tener control sobre nuestras finanzas.

Entonces, ¿qué hacemos con todo esto? La clave no es dejar de gastar, ni vivir con culpa, ni mirar con desconfianza cada compra. La clave está en empezar a registrar cómo pensamos y sentimos el dinero. Anotar todos los gastos, incluso los chicos, los que “no cuentan”, puede ser una buena manera de empezar. Tener objetivos claros también ayuda a tomar mejores decisiones. Y, sobre todo, mirar la emoción que hay detrás de cada compra: ¿es una necesidad real? ¿es ansiedad? ¿es una forma de tapar otra cosa?

Girl math no es un enemigo. Es una excusa perfecta para abrir conversaciones incómodas pero necesarias. Para ponerle nombre a esas conductas que repetimos sin pensar. Para aprender a reírnos de nosotras mismas, sí, pero también para empezar a tomar el control. Porque entender cómo pensamos el dinero es el primer paso para usarla de una forma que nos acerque a lo que realmente queremos.

LUCIA CARBAJALES

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