¿Necesitas un asesor financiero?
Después de haber recorrido el camino de los objetivos, el perfil, la estrategia y los productos, hay una pregunta que muchas personas se hacen cuando empiezan a invertir: ¿necesito un asesor financiero? Como casi todo en finanzas, la respuesta es: depende. En este capítulo vamos a ver cuándo puede sumar tener uno, cuándo quizás no hace falta, y cómo identificar al asesor adecuado según tu situación.
¿Qué hace (y qué no hace) un asesor financiero?
Un asesor financiero es un profesional que te acompaña en el proceso de tomar decisiones sobre tu dinero. Su tarea principal es ayudarte a ordenar tus finanzas, definir objetivos concretos, entender tu perfil de riesgo, armar una estrategia de inversión coherente.
Además, un buen asesor debería recomendarte productos de inversión que se alineen con tu perfil, tus estrategias y que sean fiscalmente eficientes en tu jurisdicción. También debería ayudarte a minimizar los costos operativos siempre que sea posible, conocer la normativa sucesoria del país donde tenés tus bienes y ayudarte a planificar en función de ella.
Algunos asesores trabajan de forma independiente, otros lo hacen dentro de instituciones financieras. Pero hay algo clave: su rol no debería ser venderte productos, sino ayudarte a elegir los que mejor se ajusten a tu perfil.
No es un adivino ni tiene una bola de cristal: no puede predecir el mercado ni prometer rentabilidades. Tampoco debería presionarte a invertir en instrumentos que no entendés o que no van con tu situación. Su función es guiarte, no empujarte.
¿Qué tipo de asesor podés encontrar?
En general, hay tres perfiles que vale la pena distinguir:
El asesor bancario: trabaja dentro de un banco y suele ofrecerte productos de esa misma institución. Puede ser una puerta de entrada si estás dando tus primeros pasos, pero es importante entender que su asesoramiento puede estar condicionado por los objetivos comerciales del banco. Es una figura que te brinda acceso a otro tipo de servicios, más allá de los de inversión (prestamos, seguros, tarjetas de crédito, entre otras)
El asesor independiente: no responde a una entidad puntual, por lo que tiene mayor libertad para armar estrategias pensadas específicamente para vos. Suele cobrar un honorario fijo o un porcentaje sobre el capital administrado, y prioriza el acompañamiento personalizado. Su rol esta más asociado a la búsqueda y presentación de opciones de inversión que se ajusten a tu perfil, pero en definitiva la palabra final la tenés vos.
El gestor independiente: A diferencia del asesor, que te acompaña pero deja las decisiones finales en tus manos, el gestor es quien administra activamente tu portafolio. Eso significa que, dentro de ciertos lineamientos que acuerdan al inicio, va a tomar decisiones de inversión por vos. Es una opción ideal si querés delegar completamente la gestión de tu cartera, pero también requiere un proceso previo de auditoría: entender con quién estás trabajando, cómo define su estrategia y qué criterios usa para elegir los productos. Leer los contratos en detalle es clave para asegurarte de que las decisiones respeten tu perfil y tus objetivos, y evitar sorpresas en el camino.
¿Cuándo puede sumar tener un asesor?
Un buen asesor puede hacer una gran diferencia si:
Estás comenzando y no sabés por dónde empezar.
Querés invertir fuera del país y no estás segura cómo hacerlo.
No tenés tiempo (ni ganas) de seguir el mercado.
Tenés objetivos complejos y querés una estrategia bien pensada.
Si tu estrategia es simple (por ejemplo, invertir de forma periódica en uno o dos ETFs bien diversificados, mantener una asignación estable y revisar tu portafolio un par de veces al año) probablemente no necesites un asesor de forma fija. Lo mismo si ya tenés experiencia, entendés cómo evaluar productos y te sentís segura tomando decisiones por tu cuenta.
Aun si preferís manejar tus inversiones por tu cuenta, siempre es recomendable contar con un asesor de referencia. Tener al menos una conversación al año (aunque sea de una o dos horas) puede ayudarte a revisar tu estrategia, entender qué pasó en los mercados, qué se proyecta a futuro y estar al tanto de posibles cambios normativos que puedan afectarte.
¿Cómo elegir un buen asesor?
Hay algunas preguntas clave que te pueden ayudar:
¿Está registrado ante el regulador local?
¿Trabaja de forma independiente o responde a una institución?
¿Cómo define las estrategias que recomienda?
¿Qué tipo de clientes suele acompañar?
¿Cómo cobra: comisión, honorario fijo o porcentaje sobre el capital?
¿Que institución es la depositaria de tu inversión?
También es importante saber qué productos recomienda, con qué criterios y cómo va a acompañarte en el tiempo.
Algunas señales de alerta
Desconfiá si:
Te promete rendimientos garantizados.
Te recomienda productos que no entendés.
No te explica cómo cobra.
Es poco claro o evita responder preguntas.
Las cuentas no están a tu nombre y vos no tenés acceso a las mismas por cuenta propia.
Un asesor serio es transparente, escucha, responde con claridad y pone tus intereses por encima de cualquier comisión.
Tener un asesor no es imprescindible, pero puede sumar mucho si estás buscando claridad, estructura o simplemente alguien que te ayude a mantener el rumbo. Lo más importante es entender qué tipo de acompañamiento necesitás y asegurarte de que la persona con la que trabajás sea confiable
LUCIA CARBAJALES